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    Divide y vencerás: Baja California, el clúster aeroespacial y la guerra como desarrollo

    Punto 1

    Yemen es un país del medio oriente que ha estado en guerra civil desde 2014, al menos oficialmente. Según datos de la ONU, hasta el año pasado habían muerto casi 400 mil personas por causas asociadas al conflicto, 16 millones no tenían qué comer y, entre 2015 y 2018, alrededor de 85 mil niñxs habían muerto de hambre por las mismas razones.

    Aunque se habla del conflicto en Yemen como una guerra civil, todo parece indicar que se ha transformado en una «guerra de proximidad» entre Arabia Saudita e Irán: el interés de los saudíes siendo controlar el territorio, y el interés de los persas siendo en que los saudíes no lo logren. Además, como señala un artículo del Council of Foreign Relations, a eso hay que añadirle la reciente incursión de separatistas ligados a intereses de los Emiratos Árabes Unidos.

    Punto 2

    Según una reciente publicación europea, «las exportaciones francesas de armamento han aumentado 59% en la última década, más que cualquier otro país en el mismo período.» Las ventas han subido de 4,800 mdd, en 2020, a 11,400 mdd en 2021. Sus principales clientes siendo Egipto, India, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

    Pareciera un contrasentido que después de venderle a Rusia el mayor contrato de armas cuando fuerzas apoyadas por Moscú se adjudicaban Crimea y otras provincias ucranianas, en 2014, este año el gobierno francés haya subido el tope de transferencias de armamento militar sin costo, de 50 millones a 300 millones de euros. Esto, según el mismo documento, como «medidas excepcionales para ayudar a Ucrania».

    Pero no es un contrasentido si tomamos en cuenta el comentario que hizo el Ministro de Defensa francés en 2018, donde “el modelo de negocio de nuestra soveranía –diría– es la exportanción de armas».

    La razón, pues, es económica y política.

    Punto 3

    La gobernadora de Baja California, Marina del Pilar, regresó de Europa anunciando haber conseguido 142 mdd de inversión europea para el estado y que –palabras más, palabras menos– todavía hay casi mil mdd que se pueden cabildear con otras empresas del otro lado del charco.

    Aunque se mencionaron dos inversiones alemanas de microschips y semiconductores para la rama aeroespacial, de 25 y 40 mdd cada una, la cereza en el pastel del viaje fueron los 50 mdd que la empresa francesa Safran firmó con el gobierno del Pilar. La inversión, dijo la gobernadora, va a «crecer las operaciones» de la empresa en Tijuana y expandir su planta laboral en Mexicali para el 2023, de 330 a 470 trabajadores.

    Ahora bien, Safran es una empresa aeroespacial creada a partir de la unión de Snecma y Sagem, dos de las principales empresas de aviones militares en Francia tras la segunda guerra mundial. En su página de internet, Safran divide su producción en (1) equipo de aviación, (2) interiores para aviación, (3) motores de propulsión, (4) proyectos de defensa y (5) exploración del espacio.

    Si algo tiene de verdad el refrán que dice dime con quién te juntas y te diré quién eres, un artículo publicado en 2020 por la plataforma estadounidense Defense One, la cual cuenta con «comandantes en servicio, consejeros de alto rango en Washington e ideólogos de la siguiente generación» entre sus colaboradores, nos muestra claramente quién es Safran en un sólo párrafo. Dice:

    «Lockheed [Martin] utiliza cableado eléctrico en sus helicópteros Black Hawk y S-92, así como en el caza F-16, hechos por la firma francesa Safran, en Chihuahua, México. Safran se jacta de ser el empleador aeroespacial más grande de México, con 13,000 trabajadores.»

    Punto 4

    Tomás Sibaja, presidente del cluster aeroespacial de Baja California, respondía en 2012 que dicha industria generaba «más de 6 mil millones de pesos [y] empleaba cerca de 30 mil personas.» Además, que «de los mil 200 millones de dólares en derrama del sector [sic] 40% es destinada a la defensa militar”.

    En la misma entrevista, Sibaja relataba que el sector aeroespacial y de defensa tiene «más de 40 años» trabajando en Baja California, especialmente a partir de 2002, y que en Tijuana había 20 empresas dedicadas a fabricar partes militares para el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Sin empacho ni vergüenza –quien escribe imagina que hasta con orgullo–, Sibaja comentaba: «Estados Unidos considera a México como un aliado serio en la industria militar».

    Por su parte, la gobernadora del Pilar cree o quiere creer que, como ha declarado en múltiples ocasiones, estas inversiones lograrán «avances en la construcción de mejores condiciones para las y los trabajadores bajacalifornianos». Pero me pregunto, ¿para cuántos y en qué sentido? Además, ¿para quiénes y en dónde? De hecho, ¿a qué se estará refiriendo la gobernadora cuando dice mejores condiciones y en quiénes estará pensando cuando verbaliza trabajadores bajacalifornianos?

    Pero ella, la primera gobernadora, sigue con su discurso a favor del progreso social y el desarrollo económico (¿o era desarrollo social y progreso económico?) para, con una sonrisa que le abarca toda el rostro, dientes blancos y labios rojos, reafirmar «la voluntad de la administración para dar certeza jurídica a quienes emprenden en la entidad». Y tras una breve distracción se le escucha terminar una frase que para algunxs parece ya hecha: «…Baja California, en un espacio ideal para desarrollar inversiones y proyectos que se traducirán en empleos mejor pagados y bienestar para familias de la entidad.»

    Punto 5

    Si toda inversión es igual a desarrollo, la industria aeroespacial es igual a desarrollo. Pero si eso es desarrollo, entonces la guerra –o el negocio de matar– es igual a desarrollo. Y colaborar con ella nos convierte a nosotrxs en cómplices.

    Si utilizamos intercambiablemente las palabras progreso y desarrollo, ¿no hay otras formas de progresar? ¿Otras formas para desarrollarnos? ¿No es posible progresar sin producir tecnologías que destruyen vidas y comunidades –¡sociedades!– enteras? ¿Es imposible vivir mejor si no hay crecimiento económico? Y si, en efecto, no fuera posible sin esto, ¿queremos ser cómplices de la guerra?

    ¿O nos han quitado tanta memoria y hemos perdido tanto espíritu que ya no nos importa ni siquiera la pregunta?

     

    *El autor es sociólogo-filósofo (pero eso no significa nada).


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