Columna de opinión sobre la reforma judicial por Txus
Ayer, lunes 9 de septiembre, los trabajadores del poder judicial de la federación en Mexicali convocaron a las seis y media de la tarde a una marcha contra la reforma judicial del Presidente, cuyo punto de reunión fue el edificio de vicerrectoría, en el campus central de la Universidad Autónoma de Baja California.
A las siete con diez minutos, un amigo que de pura casualidad iba pasando por ahí cuando los contingentes empezaron a marchar lo puso bien claro: “Voy camino al kung-fu, pero si te acercas al grueso de la gente lo que vas a ver es mucho perfíl panista; de hecho son los mismos que a nosotros nos gritaban revoltosos en todas las otras marchas.” Y aunque no logré reconocer a casi a nadie de los manifestantes —tengo muy mala memoria—, en efecto, lo que no se puede negar es que la mayoría de los ahí reunidos parecían sacados de los asientos preferentes de los Soles o de alguna parte de la Agrobaja.
Dos horas antes, en los pasillos de la facultad de derecho, a pocos metros de donde se realizaría el mítin, se podían escuchar diálogos como este:
–¿Vas a ir a la marcha?
–No, quieren que vayamos pero no suspenden clases.
–Es una incoherencia.
–Pues a mí me la cancelaron…
–Dos maestros de Constitucional no hablan bien de la reforma.
–Deberíamos de ir.
–Pero nomás a ver.
–Sí, nomás a ver…
Y es que, desgraciadamente, la facultad no hizo esfuerzo alguno por discutir la reforma. Ya el presente le cobrará.
A las seis de la tarde se estacionó un tractocamión con plataforma frente a vicerrectoría, a donde se fueron acercando trabajadores del poder judicial de la federación, uniformados casi todos con camisetas negras y mensajes en letras blancas. Muchos sujetaban cartulinas con diferentes consignas, por ejemplo: “Reforma futura, dictadura segura”, “Somos los guardianes de la constitución”, “Si el pueblo se informa, no pasa la reforma”, “Sin poder judicial, quién te va a amparar”, y otras por el estilo.
Sobre la plataforma del tractocamión estaba una representación dramática, sin movimiento, en donde unos verdugos con gorros como los del ku-klux-klan, pero negros, sujetaban a la diosa de la Justicia (Temis, mujer con los ojos vendados y una balanza), quien no podía hacer nada para quitárselos de encima.
Algo que me llamó la atención fue la labor de seguridad y/o coordinación que parecían tener unos hombres atléticos con camisetas con el logo de “Prohibido Rendirse”, un evento deportivo que organiza la universidad para sus alumnos, a los pies del Cerro del Centinela.
Mientras caminaba entre la banqueta y los jardines de la universidad, un hombre alto, de piel clara y pelo castaño, rizado, me entregó un volante con información relevante:
“¿Qué hace el Poder Judicial Federal? […] El Poder Judicial Federal NO es la Fiscalía o el Poder Judicial del Estado […] La reforma judicial pretende acabar con la independencia judicial y con los jueces y magistrados federales independientes; y con ello, con el único poder federal que te protege de todo abuso de las autoridades de cualquier nivel. Una vez que caigan los jueces federales independientes se pierde la división de poderes, la democracia y caemos en dictadura.”
Guardé el papelito.
Detrás de la plataforma del tractocamión, agrupados en contingentes secuenciales, están formados los trabajadores del Primer Tribunal Colegiado, luego los del Segundo Tribunal, luego los del Tercero, seguidos por el contingente del Centro de Justicia Penal Federal. El verlos, por alguna razón, me recuerda a Mexicali en la Playa, probablemente por la cantidad de lentes de sol y las marcas de los mismos.
Pasadas las siete de la tarde el tractocamión se pone en marcha y los contingente también empiezan a caminar. Ocupan dos de los tres carriles del bulevar Benito Juárez. Los conductores que en ese momento transitan por la vía respetan a la manifestación. No se ven policías cuidando nada ni a nadie, como tantas otras veces, como siempre.
Al tiempo que van marchando una señora regordeta, también de piel blanca, me intercepta y me pregunta si estaría de acuerdo en firmar una petición para que la representante de Baja Californa en el Senado vote en contra de la reforma. Le digo que no, amablemente, mientras caminamos juntos unos cincuenta metros, hacia la esquina del campus universitario. La petición es promovida por la A.C. Mesa de Unidad Ciudadana, una especie de asociación paraguas para otras asociaciones civiles locales, incluyendo a las más conservadoras de la región.
¿Eres estudiante?, me pregunta. Sí. ¿Y qué estudias? Derecho, contesto. ¡Con mayor razón deberías de estar en contra de la reforma!, me dice con sorpresa. Y remata, ¿O tu quisieras que cualquier persona, como una doña que venda tamales, tenga la autoridad de poderte juzgar?
Para ese momento el tractocamión y los contingentes iban unos cien metros delante de nosotros, y se había vuelto bastante obvio que ni yo ni la señora íbamos a estar de acuerdo en lo político.
El autor es sociólogo y estudiante de derecho.
