Como cada jueves aquí les dejamos la breve pero no menos importante columna de opinión de La Guillotina Informativa, donde agarramos parejo sobre la vida judicial de Mexicali, Baja California.
Disculpen la demora.
«EL CHAVO DEL….6»
Seguramente usted recuerda un sin fin de frases que se hicieron famosas en aquella histórica y exitosa serie de comedia mexicana, llamada El Chavo del Ocho, y entre ellas destaca una que dice así: «¿Y cómo es?….¿Y yo qué dije?».
Esas preguntas que constantemente empleaba el protagonista para sacar de sus casillas al resto de los personajes, fueron las que rápidamente vinieron a la cabeza rodante de éste columnista luego de presenciar uno de los interrogatorios más incómodos y a la vez «tragicómicos» que un servidor recuerde durante un juicio oral.
Como ustedes saben la sala 6 del Centro de Justicia en Río Nuevo ha sido la sede del juicio que llevan dos hombres por la desaparición de dos jóvenes que fueron vistos por última vez en el Bar El Relajo, en agosto del 2019.
Ya son casi dos meses y tanto la Fiscalía como la asesora jurídica de las víctimas ya desahogaron a sus testigos, claro, sin olvidar que otra gran parte de ellos no comparecieron por varias razones que ya hemos comentado hasta el cansancio.
Pero hablemos del Licenciado Sergio Cabrera Padilla, el defensor de uno de los acusados al que ya le toca el turno de brillar y demostrar por qué su representado debe estar libre de toda culpa.
Cuando inicialmente la Fiscalía interrogó a cada uno de sus testigos, llamó la atención que el citado abogado en ningún momento utilizó su derecho a contra interrogar y de paso no liberó a la mayoría de los entrevistados para después volverlos a citar.
Desde el primer día en que le tocó su turno de interrogar, las cosas se le salieron de control al defensor que hasta hizo enojar a la Juez Sandra Sofía Rubio Díaz, quien de ser una mujer amable y aparentemente bondadosa pasó a transformarse en un ser hostil con todo aquel que la ha hecho perder la paciencia con alguna ocurrencia a lo largo del juicio.
Y es que éste abogado citó el pasado lunes a las dos madres de las víctimas para interrogarlas pero justo al iniciar la audiencia dijo que siempre no las quería entrevistar ese día por cuestiones de estrategia.
Aquí de plano ardió Troya porque la agente del Ministerio Público, Ariana Betzabé García Ceseña, se le fue encima con el argumento de que las dos madres afectadas, además de que han acudido una y otra vez a rendir su declaración, ya estaban ahí presentes y lo mejor era aprovechar el momento para de una vez por todas desahogar sus testimonios.
La juez Sandra Sofía Rubio Díaz le hizo segunda a la Fiscal y le dió tremenda regañada al abogado: «No puede estar jugando con el Tribunal de esa forma, usted las citó y ya están aquí, si las quería cambiar para otra fecha lo hubiera hecho con anticipación».
El litigante se vió acorralado sin saber qué hacer o decir, y al final no le quedó más remedio que liberarlas por completo. Fue una salida fácil, sorpresiva, pero a la vez contraproducente para su causa.
A partir de ahí pasaron tres días sin que el defensor pudiera hacer interrogatorios porque la mayoría de sus testigos no acudieron pues algunos siguen sin ser localizados y otros supuestamente tienen miedo.
Después de navegar sin rumbo entre neblina, al defensor parecía se le aclaraba el panorama con la presencia de la agente estatal de investigación, Lucero Jáuregui, a quien pensamos haría «trizas» durante el interrogatorio, pero no fue así.
Desde el primer cuestionamiento del abogado Sergio Cabrera, la agente del MP comenzó un auténtico concierto de: «Objeción su señoría». El argumento fue claro, todas las preguntas eran sugestivas y no correspondían a un interrogatorio abierto, sino más bien a un contra interrogatorio.
Cada ocasión que la juez le pedía al defensor que reformulara sus preguntas, éste caía en el mismo vicio, fallaba en el intento y solo se escuchaba del otro lado de la sala un: «Objeción su señoría».
El representante legal del acusado prácticamente no podía formular su interrogatorio y fue en ese instante que éste Descabezado recordó al Chavo del Ocho con: «¿Y cómo es?, ¿Y yo qué dije?», así sucesivamente.
Nada más faltó que la juez Sandra Sofía interviniera con un «cállate, cállate que me desesperas», que si bien no lo dijo, estamos seguros que posiblemente lo pensó.
Como la cosa se veía dura para el abogado, su compañera y defensora del otro acusado, Karla Pereyra Landín, tuvo que intervenir para ayudarlo a salir del atolladero pues prácticamente le «solpló al oído» pregunta por pregunta para evitar alguna otra objeción de la «Lic. Betzabé».
Fue así como el Licenciado Cabrera pudo terminar su interrogatorio que al final solo pretendía establecer si la agente investigadora había entrevistado a un hombre llamado Rey David.
Si la mañana había sido complicada para el defensor con los ataques de la Fiscal y la misma Juez, faltaba la cereza del pastel con la madre de uno de los jóvenes desaparecidos que no se quizo quedar atrás.
Resulta que la afectada, quien también estaba presente en la audiencia, a todo pulmón dijo estar sorprendida de ver cómo un abogado estudiado y preparado recibía instrucciones sobre cómo hacer su trabajo.
Con ese mismo silencio incómodo que se generó en la sala número 6 y que, estoy seguro usted se imaginó, termino éste tema.
«INSULTADO»
Si hay un personaje sumamente polémico dentro de la vida judicial en Mexicali, es el juez Héctor Cortez Peña, a quien algunos abogados apodan «El Toro» por ser bravo a la hora de reprender a todos los que se encuentren en una sala de audiencias.
Acusados, defensores, fiscales, prensa, público y hasta custodios se han llevado regañadas por parte de éste honorable juzgador que a simple vista aparenta ser «mal encachado».
Éste columnista ha ingresado a múltiples audiencias de Cortez Peña y el recuerdo que más se queda en nuestra memoria es aquella llamada de atención que nos dió junto al periodista y maestro ya fallecido, Sergio Haro Cordero. Ambos intentamos salir de la sala pero el famoso «Toro» nos lo impidió hasta que él dejara el recinto primero.
Pero bueno, el asunto aquí es que a Héctor Cortez Peña casi nadie le alza la voz y mucho menos lo insulta, bueno eso pensábamos.
Hace unos días, durante una audiencia virtual, un imputado lo llamó «Estúpido y pendejo» luego de que no le entendiera el nombre de la calle en que vive.
Acto seguido, al acusado le reacomodaron las ideas con un fuerte golpe en la cabeza que le propinó un custodio con el fin de enseñarle que a Héctor Cortez Peña se le respeta.
Ahí está el video en nuestra página de Facebook de La Guillotina Informativa, por si quiere darle un vistazo, sin morbo obviamente.
Columna #ElDescabezado #Opinión
